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El misterio del ozono de Monfragüe


Domingo, 17 de noviembre de 2013
General - Recursos Naturales
Hay veces en que las investigaciones intentan confirmar una hipótesis, y otras en las que por el camino ésta arroja una conclusión inesperada. Es lo que ha ocurrido con los niveles de ozono, un contaminante secundario cuya presencia es más alta en el Parque Nacional de Monfragüe que en Badajoz o Cáceres, las dos ciudades más pobladas de la región.
 
Todo empezó en 2010, cuando un grupo de investigadores de la Universidad de Extremadura -Francisco Rebollo, Francisco Jesús del Moral, Pablo Valiente y Fernando López- empezaron a medir los niveles de contaminación de este contaminante (03) que hay que distinguir del «ozono bueno», que es el estratosférico y protege a los seres vivos del sol.
 
A pocos metros por encima de nuestras cabezas existe otro tipo de ozono que compite con el dióxido de carbono (CO2) en una negra carrera por ensuciar el ambiente. La intención de estos investigadores es evaluar con información contrastada qué espacios pueden recibir más presión por parte del hombre y cuáles es preferible dejar tranquilos.
 
En general, destacan que el aire en Extremadura es mucho más limpio debido a que la presencia de industrias es prácticamente nula.
 
Esto no evita que las ciudades que crecen tengan que pagar un peaje medioambiental. Los tubos de escape de los vehículos expulsan partículas contaminantes al aire que en la atmósfera generan reacciones. Una de ellas es el 'ozono malo', que se encuentra cerca del suelo y aparece por la radiación solar y las altas temperaturas. Así, en días calurosos y anticiclónicos, el ozono multiplica su presencia.
 
Tres grupos de investigación extremeños -Alcántara, Aquima y Dterma- pertenecientes a dos departamentos de la UEx, Expresión Gráfica y Química Analítica, se pusieron a analizar la presencia de este ozono troposférico, un contaminante sobre el que también se investiga desde la Finca La Orden de la Junta de Extremadura para saber cómo afecta a la dehesa.
 
Según explica el profesor Javier Rebollo, muchos de los datos ellos los han recabado de la Red Extremeña de Protección e Investigación de la Calidad del Aire (Repica), que tiene estaciones fijas que analizan el aire, una de ellas en el campus pacense.
 
Pero ellos fueron más allá. Gracias a un modelo matemático probabilístico aplicado a un Sistema de Información Geográfica (SIG), en el que volcaron 127 puntos medidos con equipos portátiles, elaboraron un mapa de Badajoz. Éste demostraba por colores que en las rotondas con más tráfico, así como en las calles del Casco Antiguo debido a una estrechez que dificulta la ventilación, la concentración de ozono es más acusada que en el resto de la ciudad.
 
Aunque no de un modo tan exhaustivo, en Cáceres observaron que el nivel de ozono era similar al de Badajoz. Y para establecer un punto de comparación con otro entorno presuntamente mucho más puro, midieron su presencia en Monfragüe, situado en la provincia cacereña y uno de los quince parques nacionales del país.
 
La sorpresa fue que allí sus niveles son más altos que en estas dos ciudades sin que haya precursores de esta sustancia. «El aire de Monfragüe es limpio, pero ahora podemos añadir que con matices», decía Francisco Jesús del Moral, profesor en la Escuela de Ingenierías Industriales.
 
Su hipótesis ahora es que el ozono es arrastrado por el aire y por alguna razón se queda en las zonas rurales. «Queda pendiente evaluar si los abonos que se echan en el campo reaccionan y se dispersan por la atmósfera ensuciándola», explica Javier Rebollo, profesor en la Escuela de Ingenierías Agrarias.
 
Avanzar con estos datos
 
Aunque ni en el caso de las dos capitales de provincia de la región ni en el de Monfragüe los niveles se pueden considerar alarmantes. «Las concentraciones que hemos visto en algunos puntos del mapa de Badajoz dan un aviso y nos aconsejan no meter más presión al ambiente de la ciudad en estos puntos». En su opinión, este tipo de estudios deben ser tenidos en cuenta por los responsables de medioambiente y planificación urbana de los municipios, según Del Moral.
 
Tanto él como Rebollo destacan que han conseguido recopilar muchos datos, pero los medios con los que cuentan para sacarles partido son escasos. En su opinión, «se puede avanzar mucho más en este campo y relacionar algunas de las conclusiones, por ejemplo, con algunas enfermedades pulmonares, asmas o alergias en determinados barrios», dicen.